Salimos de casa tarde y con prisas. Miro el Garmin y no llevo el track cargado. Mal empezamos, le pregunto a Lisi si ella lo lleva y me responde: «bastante tengo con llegar viva al final, como para encima ir mirando el track».
Esperamos en el cruce de Sóforas con la calle de la Reina y cuando pasan todos nos unimos al pelotón. Saludamos a amigos y conocidos. Todo el mundo está muy alegre y sonriente (de momento, jejeje). El ambiente es cojonudo y pinta que va a hacer una mañana de cielo despejado, buena temperatura y poco viento. ¡Vamos pallá!
Parada típica en el semáforo del puente de la Reina. En cuanto se pone verde veo como Lisi aparece desde atrás esprintando y se pierde entre la gente de delante. Va furiosa.
Avanzamos por los callejones. Unas 40-50 personas, todos juntos. Es la primera vez en mi corta vida en bici que veo algo así… ¡Mooola!
En la primera subida, la de Urtajo hasta Villaconejos, ya se empiezan a crear los primeros huecos. Es una subida «tendida» de varios kms con poco desnivel, pero hay que saber llevarla para no llegar arriba fundido. Buen aperitivo antes de los «platos fuertes» del día.
Bajamos los Pitufos hacia Titulcia y giramos a la derecha para dirigirnos hacia Chinchón. A estas alturas el pelotón inicial se ha dividido en varias grupetas, cada una a su ritmo. Rulas, Rolex y yo, nos hemos adelantado un poco para ver si enganchamos a la grupeta de delante que parece que nos van esperando. Falsa alarma, no hay manera de reducir distancia, incluso parece que nos han visto las intenciones y están apretando, jajajajaja, ¡¡cabrones!!. Subimos el 10% sin mucho sufrimiento y ya en Chinchón paramos para reagrupar. Mientras nos acercamos al muro de la cuesta La Colovera oigo a David Hierro decir «aquí a la derecha», y a Lisi gritar «¿cómoooooooo?, ¡¡¿por la pared esta??!!» Cuando llego arriba con el corazón en la boca recuerdo la primera vez que subí esta cuesta y cómo odié a Rubén Toro por meterme por ahí.
Nueva reagrupación y a seguir, que no hemos hecho más que empezar.
Volvemos a cambiar a plato pequeño y a cerrar esfínteres en el Calvario de Morata. Una subida con ese nombre se agradece, porque no se esconde, te lo deja claro, sin rodeos. Te está diciendo: «Te voy a fundir majete, te voy a dar lo tuyo y lo de tu prima». Me armo de valor y comienzo a subir, tratando de seguir la rueda de un ciclista de la zona que parece ir a un ritmo bueno y llevadero, pero en cuanto me ve acercarme se pone a apretar como si pensara que le voy a pedir dinero. Adiós a mi rueda buena. Un poco más adelante me cruzo con una chica que está subiendo con MTB. Cuando paso a su lado la saludo pero no me contesta, así que me guardo el «ole tus ovarios» que pensaba decirle, que lo mismo no está de humor. Corono El Calvario y me encuentro allí con Alfonso (IronAlfon) y Carlos (El Suizo), que se han perdido. Cuando ya estamos todos, bajamos juntos a Morata. En la plaza nos reencontramos con todo el mundo. Aprovechamos para charlar un rato, rellenar bidones, hacernos foticos y volver a una frecuencia cardiaca que no sea al borde del infarto (que nos va a hacer falta). Salimos de Morata frescos y lozanos, con ganas de comernos la carretera a bocaos. Se nos va a acabar pronto la fiesta.
Cuando empezamos la subida al muro de Valdeperales me adelanto un poco para subir más tranquilo, a mi rollo. Me acompañan Carlos y Jorge, el nuevo, un tío realmente majo. Vamos subiendo aquel infierno y mientras yo voy luchando por mover mis ruedas que parecen pegarse al suelo, les veo a ellos de pie en la bici avanzando como si nada, flotando como dos ligeros pajarillos que me miran como pensando «se nos muere aquí mismo». Por fin coronamos. Echo un pis con la mirada perdida y trato de recuperar el alma. Aparecen Sandro y otros balas, que a juzgar por lo enteros que van, han debido subir fumándose un puro y de tertulia, meciendo una copa de coñac en la mano. Carlos se une a ellos, lógicamente, porque todavía ni ha arrancado a sudar. A continuación el coche de asistencia con Manu al volante, que nos dice que tiremos, que nuestra grupeta se ha despistado y se han desviado unos metros atrás ya hacia Valdelaguna. Nos ponemos Jorge y yo a tirar con rabia y a relevos para alcanzarlos, que nos sacan un huevo de ventaja. Por el camino nos cruzamos con «El Americano», que va como aturdido y nos dice «he petao, he petao». Por fin enganchamos a la grupeta. Van todos muy callados, yo creo que Valdeperales les ha dejado secuelas a ellos también y aun están asimilándolo.
Rodamos el tiempo justo para meternos unos geles y afrontar el muro de Valdelaguna. A estas alturas yo ya ni siento ni padezco. Miro a Lisi y me da la sensación de que va más fresca que yo. Eso escuece. Subimos Valdelaguna y luego a Belmonte, y ya de postre otro paredón como la cuesta La Colovera, de esos cortitos pero muy cabrones: El Calvario de Belmonte. Llego arriba pidiendo clemencia. Llevo ya dos horas que solo pienso en el barril de cerveza MUY FRIA que me voy a tomar cuando acabemos. Eso me da fuerzas para seguir con vida y continuar.
Llegamos a Colmenar, bajamos el chorizo felices por encontrar de nuevo algo de desnivel negativo y porque sabemos que ¡¡¡YA NO QUEDA NAH!!! (emoticonos de folcĺórica, serpentinas, fuegos artificiales y jarras de cerveza).
En los últimos kms comemos bien de aire de cara, que es lo suyo para terminar la faena en plan suavito y soltando piernas (asco de vida). Por los callejones soy un alma en pena pero no dejo que se me note, mi mujer me idolatra y no puedo defraudarla. Por fin llegamos y nos sentamos en una «terrasita» a disfrutar de la recompensa y charlar sobre la mañana TAN COJONUDA que hemos pasado, en una ruta guapísima, preparada con tanto esfuerzo y cariño por nuestro grandísimo Manu (siempre en mi equipo), sufriéndola en cada muro y a la vez disfrutándola en cada metro, que es algo que solo los piraos como nosotros, yonquis de las endorfinas, entienden.
TO BE CONTINUED…
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